Jim Kelly, el maestro de la no huddle ofense

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Jim Kelly, líder de los Bills. (AP)

Criado en una familia de seis hermanos, desde muy temprano Jim Kelly aprendió a luchar en la vida, ya fuera para comer en la mesa cuando apenas era un crío o para triunfar en el duro mundo del deporte profesional. Hoy, casi veinte años después de su retirada de la NFL, Kelly sigue luchando, en esta ocasión por su propia vida, contra un cáncer de mandíbula. Ésta es la historia resumida de Jim Kelly, uno de los grandes quarterbacks de la historia de la liga al que queremos homenajear y recordar en estos momentos difíciles para él.

Nacido en Pittsburgh, cuna de grandes jugadores de football, pronto se trasladó a la pequeña localidad de apenas mil habitantes de East Brady, a unos 90 kilómetros de la ciudad del acero. En su instituto Kelly se convirtió en una celebridad estatal, pero su sueño de triunfar en la Universidad de Penn State se truncó cuando el head coach Joe Paterno le ofreció una beca para jugar como linebacker, no como quarterback.

COLLEGE

Asegurado por su entrenador, Lou Saban, que sería quarterback en el equipo, Kelly se enroló en la Universidad de Miami. En 1978 este programa colegial no atravesaba su mejor momento, de hecho se llegó a discutir si relegar el equipo de football a la división I-AA o directamente eliminarlo. En un último intento por rescatar al programa Miami fichó al coordinador ofensivo de los Dolphins de la NFL, Howard Schnellenberger, quien prometió un título nacional en el plazo de cinco años.

Bajo la tutela del entrenador de quarterbacks, Earl Morrall, aprendió los trucos necesarios para mejorar como quarterback. Como “redshirt freshman” Kelly debutó como quarterback titular de los Hurricanes en casa precisamente de Penn State. Miami dio la sorpresa y se impuso por 26-10 gracias a las 280 yardas y 3TD de su nuevo líder. Un año después, en 1980, los Canes ganaron nueve partidos y la presencia en la Peach Bowl, donde derrotaron a Virginia Tech con Kelly como MVP ofensivo del choque. Era la primera bowl para Miami desde 1967.

La temporada siguiente continuó la progresión. Los Hurricanes terminaron 9-2 y octavos en el ránking de la AP tras derrotar de nuevo a Penn State (entonces nº 1) y a Notre Dame en su partido final del año, algo que no conseguían desde 1960.

Sin embargo, la carrera universitaria de Kelly no terminó bien. En su campaña de senior sufrió una lesión de hombro que para algunos iba a truncar su carrera deportiva. Tras incontables horas de rehabilitación con el trainer, Mike O’Shea, consiguió recuperarse a tiempo para ser uno de los jugadores más cotizados de cara al draft de 1983.

Kelly al frente de los Miami Hurricanes

DESPLANTE A LA NFL Y MARCHA A LA USFL

El draft de 1983 será para siempre recordado como el draft de los quarterbacks. Seis fueron elegidos en la primera ronda, cuatro liderarían a sus equipos a por lo menos una Super Bowl, y tres acabarían su carrera deportiva en el Salón de la Fama. Minnesota, Green Bay y Buffalo eran las tres franquicias a las que Kelly quería evitar a toda costa. En aquella época pensaba que ningún quarterback podría triunfar lanzando a cero grados y con vientos de 30Km a la hora. Muy a su pesar, los Bills le seleccionaron en el puesto 14 del draft.

Al contrario que John Elway, quien rechazó ir a Baltimore (franquicia que le hizo número 1 del draft) para acabar jugando con los Denver Broncos, a Kelly no le funcionó su estrategia de ponerse en huelga. Buffalo no quería deshacerse de él, así que finalmente tomó la decisión de escuchar los cantos de sirena de la USFL.

La nueva liga comenzó su trayectoria en 1983 y ofreciendo salarios desorbitados consiguió robarle más de una estrella colegial a la NFL. El ganador del Trofeo Heisman, Herschel Walker, firmó por los New Jersey Generals un contrato de cinco millones de dólares, el doble de lo que cobraba por entonces Walter Payton. Además de tales emolumentos, Kelly podía elegir el equipo para el que jugar, y escogió a los Houston Gamblers, que además disputarían sus partidos en el clima controlado del Astrodome.

La primera temporada de Kelly en la USFL fue colosal. Los Gamblers ganaron su división con un récord de 13-5, siendo el equipo más anotador y con el ataque número 1 de la competición. En la ofensiva Run-and-Shoot instalada por el coordinador de ataque Mouse Davis, Kelly ganó el MVP de la liga al lanzar para 5219 yardas y 44 touchdowns (más de 1000yds y 13TD que su más inmediato perseguidor), récords absolutos en el football profesional. Nadie hasta entonces había superado las barreras de las 5000yds y 40TD en cualquier liga norteamericana (Warren Moon sí había superado las 5000 en la liga canadiense bajo otras reglas). Meses más tarde, en la campaña de 1984 de la NFL Dan Marino igualaría la proeza de Kelly.

En 1985 los Gamblers continuaron siendo el ataque más explosivo de la USFL y Kelly el mejor quarterback de la liga. Sólo una lesión le impidió replicar los números del año anterior, quedándose en unas “modestas” 4623 yardas y 39TD (ambas cifras nº 1 en la USFL). Para el recuerdo su actuación del 24 de febrero en un casi vacío L.A. Coliseum (18.828 espectadores) ante los Express. Los Angeles dominaba 33-13 a falta de nueve minutos para la conclusión cuando Kelly lanzó pases de touchdown de 52, 40 y 39 yardas en un total de 12 jugadas que apenas consumieron 208 segundos. Los Gamblers vencieron 34-33 con Kelly completando 35/54 pases para 574 yardas y 5TD. Aunque los Express tenían virtualmente tumbas en su secundaria fue una actuación portentosa.

Para 1986 la franquicia de Houston se fusionó con la de New Jersey, los Generals del magnate Donald Trump. Bajo su liderazgo, la liga buscó mover su calendario al otoño en lugar de jugar en primavera como hasta entonces. Sin la posibilidad de encontrar un contrato televisivo la USFL demandó a la NFL por monopolio, pero el litigio no salvó a la liga de su defunción.

BUFFALO BILLS

Kelly no tuvo más remedio entonces que cumplir con el destino y marchar a Buffalo. El propietario Ralph Wilson y todos los Bills le habían esperado todo este tiempo y no habían renunciado a sus derechos. La gente no le guardó rencor alguno a Kelly cuando llegó al aeropuerto, al contrario muchos se agolparon para darle la enhorabuena. El gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, voló desde Albany para recibirle en una comida. En su primer partido en casa contra los New York Jets un cartel en el Rich Stadium leía: JIM KELLY ES DIOS. Casi sin entrenos a sus espaldas pues se había incorporado al equipo pasado el training camp, Kelly respondió a las expectativas de los aficionados lanzando para 292 yardas y 3TD en una apurada derrota por 28-24. Tras dos campañas consecutivas con un récord de 2-14, la ilusión volvía a respirarse en la franquicia.

Con Bill Polian como general manager y Marv Levy desde la banda como head coach los Bills fueron año a año mejorando la plantilla y dotando a Kelly de más armas en su arsenal ofensivo. Buffalo concluyó la campaña de 1986 con un balance de 4-12, en 1987 rondó los playoffs con una marca de 7-8 y para 1988 los Bills eran considerados una potencia dentro de la AFC. Su registro de 12-4 fue el segundo mejor de la conferencia, y aunque Kelly no tuvo su mejor año (15TD-17INT) poco importó con una defensa que lideró la AFC en puntos encajados. Tras derrotar a Houston por 17-10 en los playoffs divisionales Buffalo se plantó en su primera final de conferencia en veintidós años. En Cincinnati, los Bengals fueron muy superiores y cerraron el sueño de los visitantes. Kelly sufrió dos intercepciones en sus primeros tres pases en una amarga derrota por 21-10.

La temporada de 1989 supuso un salto cualitativo en el juego de Kelly y su ofensiva. En el primer partido del año un touchdown de carrera de dos yardas del propio Kelly con el reloj a cero dio un dramático triunfo a los Bills en Miami. Aunque no es una parte recordada de su juego, tenía la suficiente movilidad para lanzar pases en carrera y acabó acumulando más de mil yardas vía terrestre en sus once campañas en la NFL. Dos semanas más tarde, en su antigua casa del Astrodome, Kelly lanzaba cinco pases de touchdown en una espectacular victoria ante los Oilers por 47-41. Su pase de 28 yardas a Andre Reed en el tiempo extra selló el choque. Tras tomarse la revancha de Cincinnati a finales de noviembre Buffalo parecía en el camino correcto para repetir presencia en la final de la AFC. Sin embargo, una mala racha de tres derrotas consecutivas les privó de la ventaja de campo en los playoffs divisionales donde los Bills caerían en Cleveland por un apretado 34-30. Las 405 yardas y 4TD de Kelly resultaron insuficientes.

Jim Kelly con su HC Marv Levy

Decidido a desquitarse del mal sabor de boca de esta derrota Kelly condujo a los Bills en 1990 a la mejor temporada de su historia. Con el ataque más anotador de la liga y una defensa Top 10 Buffalo arrasó en la Conferencia Americana para un récord final de 13-3. En el camino los Bills instalaron algo que llevaban tiempo planeando pero que hasta este año no materializaron del todo: la no-huddle offense, un ataque capaz de aguantar series completas en cualquier momento y situación del partido sin realizar un solo huddle en el que Kelly llevaría todo el show. Él utilizaba gestos con sus manos para ordenar las formaciones y señales verbales así como signos para cantar las jugadas y colocar a sus chicos en los lugares adecuados. Las defensas no tenían tiempo para sustituir jugadores y en el caso de poder hacerlo no podían adivinar qué jugadores intercambiar debido al constante movimiento y confusión en el otro lado del balón. Al contrario que todos sus contemporáneos Kelly disfrutaba de la libertad y el poder de elegir sus jugadas y sus audibles. El coordinador ofensivo, Ted Marchibroda, confiaba ciegamente en él. Por la versatilidad del tight end, Keith McKeller, clave en esta ofensiva, la no-huddle de los Bills pasaría a llamarse la “K-Gun” (contrariamente a la K de Kelly como muchos piensan).

El nacimiento “oficial” del ataque “K-Gun” se produjo el 2 de diciembre ante Philadelphia, cuando en el primer drive del partido el equipo no se reunió una sola vez en huddle. Usando la nueva ofensiva, Kelly tuvo el mejor cuarto de toda su carrera: 8/8 lanzamientos completados para 229 yardas y 3TD. James Lofton, Andre Reed y Thurman Thomas anotaron pases de touchdown en el primer cuarto, y un field goal de Scott Norwood puso el 24-0 en el marcador tras sólo quince minutos de juego.

Una vez que llegaron los playoffs nadie parecía poder hincarle el diente a esta máquina ofensiva. Miami y Los Angeles Raiders, con defensas situadas entre las siete mejores de la competición, encajaron 44 y 51 puntos respectivamente. El triunfo en la Final AFC por 51-3 (con 41 puntos en la primera mitad) estableció cantidad de récords. En dos encuentros Kelly conectó 34/52 pases para 639 yardas y 5TD-2INT. Con su escudero Thurman Thomas a su mejor nivel y la defensa provocando diez turnovers entre las dos victorias, la Super Bowl XXV se antojaba como el paso final para la coronación de los Bills. Su rival, los New York Giants, llegaron contra pronóstico tras superar a los doble campeones, San Francisco 49ers, en la Final NFC. En temporada regular Buffalo derrotó a los Giants en su propio estadio pese a perder a Kelly por lesión. Las apuestas daban a los Bills como favoritos por siete puntos. La velocidad del ataque de Buffalo se antojaba demasiado para los “viejos” Giants, pese a que estos habían finalizado la temporada nº 1 en los rankings defensivos.

Mediado el segundo cuarto los pronósticos se iban cumpliendo. Los Bills se imponían por 12-3 y tenían posesión del balón en ataque. A partir de ahí un exceso de confianza o de relajación azotó a Buffalo, que comenzó a cometer errores que le costaron el liderato. Perdiendo 20-19 a poco más de dos minutos del final Kelly llevó a los suyos hasta lo más cerca de la end zone que le permitió el tiempo y la defensa de Bill Parcells y Bill Belichick. El partido quedó en las botas de Scott Norwood, quien falló por la derecha el field goal de la victoria desde 48 yardas.

El triste final no desanimó a los Bills, que volvieron con más ganas para la campaña de 1991. Kelly llevó a los suyos a un perfecto arranque de 5-0 lanzando para 300+ yardas en cuatro partidos y registrando 6 pases de touchdown sólo en la victoria ante los Steelers de Chuck Noll. Con unas plusmarcas personales de 3844yds y 33TD Buffalo repitió su registro del año anterior, 13-3, el mejor de la AFC. Tras deshacerse de Kansas City y Denver en los playoffs los Bills se volvían a plantar en la Super Bowl. En esta ocasión el rival fueron los Washington Redskins, y aunque estos eran favoritos nadie podía pensar que el resultado sería tan abultado. Los de la capital se impusieron con claridad a un equipo que por primera vez se vio diezmado por los egos de sus principales figuras. Kelly, All-Pro en 1991, lanzó cuatro intercepciones; y Thomas, MVP de la liga, perdió el casco al inicio del choque y acabó con sólo 13 yardas en 10 carreras.

El TE Keith McKeller fue quien dio nombre a la K-Gun

La campaña de 1992 se inició igual que la anterior, un inmaculado comienzo de 4-0 con la victoria en San Francisco por 34-31 (el partido de los no-punts) como principal joya. Kelly superó a su antiguo rival en la USFL, Steve Young, en una recordada actuación (22/33, 403, 3TD-1INT). La “K-Gun” seguía sin encontrar respuesta pero todo se torció aparentemente en la última jornada de la temporada regular. Kelly abandonaba el choque en Houston lesionado al poco de comenzar, y sin él Buffalo perdió el encuentro, el seed nº 1 de la conferencia y el título de división.

35-3 abajo al inicio de la segunda mitad de su partido de wild cards, y sin sus dos referentes ofensivos, Kelly y Thomas, lesionados ambos, cualquier equipo habría bajado los brazos y empezado a vaciar los vestuarios. Pero no estos Bills, uno de los conjuntos más luchadores y “resilient” (resistentes) de la historia de la liga. Liderados por su quarterback reserva, Frank Reich, Buffalo remontó y se impuso a los Oilers en el tiempo extra en uno de los encuentros históricos de la NFL. Una semana más tarde, ya con Thomas recuperado, caerían los Steelers; y en la Final AFC, con Kelly de nuevo a los mandos, serían los Dolphins los obligados a sucumbir ante el empuje de los chicos de Marv Levy.

La tercera Super Bowl consecutiva la disputarían ante los Dallas Cowboys, un conjunto muy joven a punto de dar el salto cualitativo que Buffalo no pudo conseguir dos años antes. Pese a que los tejanos saltaron al césped de la Rose Bowl con más nervios que los Bills, los errores continuos de estos últimos les condenaron a sufrir una humillante derrota por 52-17. Buffalo incurrió en la cifra récord de nueve turnovers y Kelly terminó viendo la paliza desde la banda en muletas tras sufrir un esguince de rodilla en la primera parte.

Pocos podían pensar que los Bills tendrían las agallas de plantarse en la gran final por cuarta temporada consecutiva, pero eso fue exactamente lo que hicieron en 1993. En la liga regular se vengaron de sus tres verdugos en la Super Bowl: Dallas, New York Giants y Washington, además de propinarle una sonora derrota al que se preveía como su mayor rival en la AFC, los Houston Oilers. Kelly lanzó tres pases de touchdown contra la intimidante defensa de Buddy Ryan en un claro triunfo por 35-7. El récord final de 12-4 le valió a Buffalo para ser un año más el mejor equipo de su conferencia. Los Raiders y los Chiefs de Joe Montana fueron sus víctimas en los playoffs. El partido de divisionales se jugó bajo unas condiciones meteorológicas terribles, pero Kelly fue el mejor dentro de ellas, demostrando erróneas una vez más sus pesimistas previsiones de una década atrás en el draft. En sus tres últimas finales de conferencia Kelly superó a John Elway, Dan Marino y Montana, un logro del que no se le da el crédito suficiente.

La Super Bowl se le resistió

Su rival en la Super Bowl volverían a ser los Dallas Cowboys, en ese momento considerado uno de los grandes equipos de todos los tiempos. Sin nada que perder y las expectativas más bajas que nunca los Bills afrontaron aquella final con la relajación y soltura que les faltó en las anteriores ediciones. Ese bienestar mental se notó en la primera mitad, en la que superaron a su rival en todos los aspectos para irse al descanso 13-6 arriba. Pero no habría final feliz para Buffalo. Los Cowboys se pusieron las pilas en los vestuarios y demostraron en la segunda mitad la diferencia que había entre los dos equipos. Los Bills no anotaron un solo punto más y terminaron perdiendo por 30-13.

La derrota cerró un ciclo de cuatro años en el que Buffalo acumuló un impresionante récord de 49-15 en temporada regular, 9-4 en playoffs y cuatro presencias seguidas en la gran final, algo que ningún otro equipo ha podido conseguir. Unos datos espectaculares pero que quedaron incompletos al no ser culminados con al menos una Super Bowl.

El “Drive for Five” para la campaña de 1994 no se cumplió. Por primera vez en siete años los Bills cerraron la temporada con más derrotas que victorias (7-9) y quedaron fuera de los playoffs. En el draft del 95 Kelly vio como la gerencia seleccionaba en la segunda ronda al que debería ser su sucesor, Todd Collins, quarterback de los Michigan Wolverines. A sus 35 años Kelly sabía que el tiempo corría en su contra. Sin la magia de su mejor época y con una plantilla muy veterana Buffalo todavía fue capaz de volver a ganar su división y un partido de playoffs, frente a sus viejos rivales, Dan Marino y los Dolphins. Ninguna pareja de quarterbacks, ni siquiera Tom Brady y Peyton Manning, llega a los 21 enfrentamientos entre temporada regular y playoffs de estos dos grandes. La ventaja fue para el quarterback de Buffalo 14-7, incluido un 3-0 en playoffs.

En 1996 Kelly completó su última temporada en la NFL. La “K-Gun” estaba en decadencia y por momentos Collins pareció poder tomar el relevo ese mismo año. Un arranque de liga con 2TD-11INT por parte de Kelly no hizo más que acrecentar las dudas. Sin embargo, y como siempre se caracterizó, Kelly luchó y se aferró al puesto de titular. Con los Bills necesitando un triunfo en la última jornada para meterse en los playoffs, sacó lo mejor de si mismo en el último cuarto para liderar una furiosa remontada que enloqueció una vez más el Rich Stadium, igual que lo había hecho diez años antes en su debut contra los Jets. Con sus 20/29 pases conectados para 279 yardas y 2TD-1INT fue elegido jugador de la semana. Aunque Kelly jugó bien en el choque de wild cards, no pudo evitar que Jacksonville rompiese su perfecta marca de playoffs en casa (9-0). Ése fue el final de la carrera profesional del mejor quarterback en la historia de la franquicia.

VIDA POST-NFL

Poco después de su retirada, la vida le puso una nueva prueba a Kelly cuando su segundo hijo, Hunter, nacido el 14 de febrero de 1997, el día de San Valentín y del cumpleaños de su padre, era diagnosticado a sus cuatro meses de vida con la enfermedad de Krabbe, una afección sin cura. Ese mismo año Kelly fundó la organización Hunter’s Hope para batallar contra esta dolencia.

El 3 de agosto de 2002 era introducido en el Salón de la Fama en su primer año de elegibilidad. Ante un Fawcett Stadium abarrotado de fans de los Bills, Kelly ofreció un discurso muy emotivo en el que afirmó que su sueño se había cumplido. No el entrar en el Salón de la Fama, sino que su hijo Hunter pudiera estar allí y verlo con sus propios ojos. Un “tipo duro” como él no tuvo reparos para afirmar entre lágrimas que su hijo pequeño era su héroe y la persona más fuerte que había conocido. Tres años después, a la edad de ocho, Hunter Kelly fallecía a consecuencia de su enfermedad. La noticia hundió al padre, que se fue recuperando mientras seguía ayudando en su fundación a otros niños y niñas con la misma dolencia.

El día de su entrada en el Hall of Fame.

Hace poco más de un año Kelly volvía a emocionarnos cuando anunciaba que había sido diagnosticado un carcinoma en su mandíbula poco después de realizar una visita rutinaria a su dentista. Tras pasar exitosamente por el quirófano y declarar que estaba libre del cáncer, la enfermedad volvió a aparecer durante marzo de este mismo año. Bajo tratamientos de radioterapia y quimioterapia Kelly lleva batallando desde entonces contra el cáncer, luchando como ha hecho siempre en su vida. Las fotos que ha ido colgando su hija Erin por Twitter han dado la vuelta al mundo. Sobreponiéndose a la enfermedad, Kelly sacó las fuerzas necesarias para estar el pasado día 2 con su ex compañero Andre Reed en su ceremonia de inducción en el Salón de la Fama. Allí le lanzó un último balón al que tantas veces fue el destinatario de sus pases.

Finalmente, el miércoles 20 de agosto de 2014 se emitía un comunicado declarando que no hay evidencias del cáncer en el cuerpo de Kelly. Una victoria más para un enorme jugador e incluso mejor persona cuya vida nos demuestra que la carrera de nadie está incompleta por no poder ganar una Super Bowl.

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