Previa Fiesta Bowl. Connecticut vs. Oklahoma

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Muchos son los que creen que, fuera del bid automático de la Big-East dentro de la ecuación BCS, la universidad de Connecticut literalmente sobra dentro de las major bowls.

 

Después de un mediocre récord de 3-4 para arrancar la temporada (con derrotas ante Michigan, Temple o el shutout ante Louisville, todas lejos de Rentschler Field), UConn sumaría una racha final de cinco victorias consecutivas interconferenciales para compartir el título de la Big-East (record de 5-2, 8-4 total) y ganar el edge sobre West Virginia y Pittsburgh, tras vencerlos en ajustadas victorias en East Hartford.

 

Lo cierto es que los pupilos de Randy Edsall conseguirían pescar en el mar de mediocridad (y falta de competitividad) en el que se ha sumergido la conferencia Big-East, después de un año donde sus máximos aspirantes se vieron reducidos a míseras comparsas, y principalmente los Huskies cimentarían su bid BCS en el echo de recibir en casa al “big-three” de pretemporada de la Big-East, aunque finalmente Cincinnati acabaría demasiado alejado de sus días de gloria con Brian Kelly.

 

Sin embargo, Connecticut no ha llegado de la nada (No.25 del ranking BCS), ni tampoco es un programa desconocido en el panorama actual del college football en la costa este (cuarta participación consecutiva en postemporada después de no bajar de las 8 victorias en cada una de ellas). Los Huskies eran todo un auténtico “darkhorse” en la carrera por la conferencia, con unas trincheras muy sólidas a ambos lados del balón y posiblemente el mejor y más experimentado equipo del que jamás haya dispuesto Randy Edsall en sus once años de régimen en East Hartford. Edsall ha conseguido culminar un fantástico trabajo desde abajo, comenzado por la propia institución hace ya 13 años (tras aterrizar de la I-AA), con la consecución de la primera invitación BCS en toda la historia del programa.

 

Connecticut deberá encomendarse a las piernas y el poderoso tren inferior del runningback Jordan Todman, quien ha superado las 1.500 yardas terrestres (después de superar las 1.200 la anterior campaña). Los Huskies son el juego terrestre No.31 de todo el país (promediando 179,9 yardas por encuentro) y Todman es su única esperanza para sacar del campo al ataque de los Sooners y controlar el tempo del partido. El QB transfer de los Fighting Irish y antiguo destacado recruit de instituto, Zach Frazer deberá proteger y cuidar las posesiones, intentando mantenerse alejado de la oportunista secundaria de Oklahoma, al mismo tiempo que liberará de responsabilidad al propio Todman. La línea ofensiva de UConn es poderosa sobre su interior, donde destaca todo un All-Conference como el OC Moe Petrus y sobre su lado derecho con el RT Mike Ryan y el RG Zach Hurd. La defensa tiene capacidad para contener de algún modo el ataque aéreo de los Sooners y forzar takeaways en situaciones aisladas.

 

Por contra, Oklahoma (No.7 del ranking BCS) recibe este showdown como un precio de consolación, después de aspirar a todo en pretemporada como uno de los cinco máximos aspirantes al cetro nacional, según varios reputados analistas del gremio. Sin embargo, los Sooners caerían en Octubre ante Missouri, despidiéndose de cualquier posibilidad de pelear por un billete a Glendale (pero para el 10 de Enero). Oklahoma ha viajado consecutivamente a tantas bowls como temporadas lleva Bob Stoops en Norman; doce en total.

 

En un año donde Texas ha protagonizado uno de los mayores ridículos que jamás se recuerden en Austin en la última década (record de 2-6 en la Big-XII y 5-7 absoluto), los Sooners solamente necesitaron superar a sus vecinos de Stillwater en la última semana de Noviembre para controlar la división sur y superar a la ultra-defensiva Nebraska en la final de Arlington por el campeonato de conferencia. Su otra derrota se produciría en College Station ante unos Aggies que llegarían demasiado tarde para superar a Oklahoma en el sur y aprovechar un año de mediocridad general en toda la división.

 

Pero los Sooners tienen mimbres suficientes para montar un show en Glendale (promedian 351,7 yardas aéreas, No.3 de toda la nación). Landry Jones (4.289 yardas y 35 touchdowns) es un quarterback con compostura y un brazo muy poderoso, con capacidad para ejecutar cualquier lanzamiento y sobre cualquier ángulo, aunque necesitará entregar sus lanzamientos con mayor rapidez sí no quiere verse sorprendido por la línea defensiva de UConn y el oportunismo de su secundaria. Su principal objetivo aéreo es el wide-out Ryan Broyles (118 recepciones, 1.452 yardas y 13 TD), quien después de superar las 1.000 yardas aéreas por segunda temporada consecutiva, puede presumir de ser uno de los mejores receptores de toda la nación. Al menos 5 jugadores presentan 26 recepciones, y el runningback All-Conference DeMarco Murray es uno de ellos. Murray es un back muy atlético, versátil y elusivo, con capacidad de buscar el footrace o de escaparse con un big-play gracias a sus excelentes cambios de dirección y equilibrio en carrera (1.121 yardas de carrera y 14 TD), pero es que, además, es un arma muy peligrosa como receptor saliendo del backfield (69 recepciones, 595 yardas y 5 TD). La defensa de Oklahoma tiene también capacidad de sobra para forzar turnovers, proveer pass-rushing y recuperar takeaways con jugadores del talento del WLB Travis Lewis, el end Jeremy Beal o el free-safety Quinton Carter (todos ellos de calibre All-American). Realmente pocos son los que comprenden su pobre bagaje durante la temporada (No.57 de la nación), pero es un grupo con capacidad para dominar en su mejor versión.

 

Sin duda estamos frente a todo un mismatch y la bowl más desequilibrada de todas las BCS. Connecticut necesita prácticamente de todo un milagro para superar a un rival del talento general y el poderío de los Sooners, pero Oklahoma tiene razones suficientes para desconfiar de su rival, después del universal upset del 2006 ante Boise State o la dolorosa derrota ante West Virginia en el 2007 en idéntico escenario tras llegar como mega favoritos. Sobre el papel, parece insuficiente que los Huskies se encomienden a una sola pieza para superar el potencial de Oklahoma a ambos lados del balón, pero los pupilos de Edsall son un grupo aguerrido y disciplinado. Recuerden, esto es college football y todo puede pasar.

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